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Princesa

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Synopsis: Ella se levant un da en un lugar desconocido. Su cautiverio haba empezado. (Spanish)
Princesa
por Jorge y Jenny

All� estaba yo, en aquella habitaci�n de rojos terciopelos y c�lidas y suaves 
telas.. parec�a una habitaci�n de un har�n turco, por lo que pod�a observar de 
la decoraci�n. Hac�a un asfixiante calor, a pesar del ventilador de remos que 
oscilaba cadenciosa y pesadamente sobre mi cabeza y a todas luces insuficiente 
para aliviar el ambiente. Me hab�an dejado all�, en esa enorme habitaci�n de 
quien sabe donde, atada firmemente al cabecero en forma diagonal, y con una 
ligera mordaza, no muy apretada, pero lo suficiente para restringirme hablar, y 
que no pudiera molestar en consecuencia a mi /s posible captor.. a�n no sab�a 
quien era, desde que llegu� a la habitaci�n nadie se hab�a molestado en 
visitarme. La noche anterior hab�a estado hablando con varias personas 
interesantes, hab�a estado conversando sobre mis fantas�as m�s 
perversas...despu�s solo acertaba a recordar como alguien probablemente me hab�a 
echado alg�n tipo de droga en mi bebida, porque lo pr�ximo que ven�a a mi mente 
era oscuridad.. un largo viaje y... esta habitaci�n.

Empezaba a encontrarme incomoda, y adem�s, ten�a una tremenda e incordiante sed, 

Esperaba que quien fuera viniera pronto , porque adem�s ten�a una imperiosa 
necesidad de ir al lavabo....

Sin embargo, no fue hasta pasado un buen rato que pudieron suponerse una o dos 
horas que o� pasos al otro lado del corredor y se abri� la puerta...

Gir� la cabeza. Un hombre bien parecido , de unos 35 o 40 a�os, un poco m�s alto 
que yo y corpulento, me miraba a trav�s de un antifaz que le hac�a parecer 
sumamente enigm�tico y aun si cabe por esta circunstancia, m�s atractivo.

Iba vestido normalmente, con una camisa azul y unos pantalones bastante 
ajustados, y me dijo con voz distinguida:

-Bienvenida a mi castillo, princesa; prep�rate para los dulces placeres que te 
esperan para complacer al que desde ahora, ser� tu Amo.. ser� mejor que empieces 
a acostumbrarte a la situaci�n, y si respondes como es debido, seguramente no lo 
pases tan mal como podr�a suponerse... Te puedes imaginar c�mo has llegado hasta 
aqu�; y lo que aqu� te espera, y s� que lo deseas; sin embargo, no quiero que 
pienses que est�s aqu� por la fuerza sino exclusivamente por tu voluntad. As� 
que voy a darte una oportunidad para poder marcharte ahora. Si quieres, si 
renuncias a todo lo que aqu� puedo ofrecerte, si renuncias a tus deseos m�s 
ocultos y quieres irte a vivir una vida aburrida y normal llena de 
acontecimientos normales , gente aburrida, una vida gris, por as� decirlo... 
puedes hacerlo ahora. Si no, debo avisarte que ya todos tus intentos futuros por 
marcharte ser�n in�tiles... yo me convertir� en tu Amo y Se�or, y deber�s 
obedecerme en todo...como t� misma lo habr�s deseado para ti a partir de ese 
momento..
Te dejo a solas con tus pensamientos. Ahora te voy a desatar, y abrir� todas las 
puertas de acceso a mis pertenencias.... pero solo durante una hora. Si al cabo 
de esa hora has decidido permanecer aqu�... ya sabes cual ser� tu destino, y no 
habr� marcha atr�s, princesa...si no ser� mejor que te vayas ahora y no vuelvas 
la vista atr�s... Hasta luego...

Y me dej� totalmente libre y sola otra vez. Mi cabeza daba vueltas como en un 
torbellino... mi primera reacci�n fue vestirme y abandonar el lugar r�pidamente, 
todo eso sonaba demasiado a locura... �yo convertida en esclava de un 
desconocido? Adem�s, ten�a toda una vida, unos estudios, mi carrera, mi trabajo 
.. mi... me sent� en una silla lujosamente decorada que hab�a junto a la puerta. 

Nada de eso me convenc�a demasiado... es m�s, despu�s de pensarlo durante un 
buen rato, no me convenc�a en absoluto. Pens� en mi ultima relaci�n: un fiasco 
m�s. El sexo no funcionaba en ninguna de mis relaciones.. yo era un volc�n por 
dentro, llena de inconfesables fantas�as, llena de morbosidades.. mis parejas 
eran tan convencionales y aburridas como una reuni�n de monjas. Incluso las m�s 
atrevidas... solo llegaban , sin saberlo , a satisfacer una m�nima parte de mis 
deseos...

Estuve d�ndole vueltas durante m�s de media hora... o eso me pareci� a m�. Me 
hab�an privado del reloj. En esas circunstancias... �qu� perversidad mas 
calculada!! Aunque yo ya sab�a m�s sinceramente de lo que me atrev�a a 
confesarme, cual iba a ser mi elecci�n �ltima... Me levant�, un tanto fren�tica, 
y empec� a dar vueltas por la habitaci�n. Desde luego all� el lujo no faltaba, 
en ning�n detalle. Hab�a cuadros repartidos por todos los muros, con escenas 
bella y delicadamente pintadas de hermosas damas en posturas comprometidas, 
algunas de ellas atadas y amordazadas, y con su extra�os atav�os de moda 
exuberante, corpi�os , faldas anchas de tul y guantes de cabritilla, resultaban 
en abstracto unas extra�as y fascinantes im�genes para el espectador. No pude 
evitar sentir una indescriptible verg�enza cuando note que bajo mi ce�ido 
vestido se humedec�an mis muslos... Pretend� ignorar la sensaci�n, y segu� con 
mis cavilaciones, aun si cabe m�s inquieta todav�a.

...�Ser�a una decisi�n alocada y desafortunada? �Me arrepentir�a despu�s 
amargamente? �Lo soportar�a? ...No sab�a responder a ninguna de esas 
preguntas...desde luego era un riesgo quedarse. �Y si el hombre del antifaz 
estaba realmente loco, era un asesino o algo as�?.. pero yo sab�a que no era 
as�... y seguro que si no le complac�a mi actitud como esclava, si le rogaba al 
final que me dejara ir... lo har�a... Luego las dudas me asaltaron. Pero, �qui�n 
era �l? �Y si no fuera como yo me lo imaginaba? �y si..? �C�mo podr�a 
averiguarlo..? Tuve que pararme. No ten�a mucho sentido lo que estaba pensando 
en contraposici�n a lo que hac�a. Mi mano derecha se hund�a en los pliegues de 
mi elegante vestido de noche, negro y largo, un vestido que sab�a me sentaba muy 
bien, como pod�a confirmar en las miradas masculinas. Mi mano se hab�a instalado 
incongruentemente all� y no parec�a querer marcharse.. Ten�a que parar. Ten�a 
que parar antes de...

O� como la puerta se cerraba a mis espaldas.

-�Qu� tal, princesa?... Me alegro de que hayas tomado una decisi�n...

La rapidez con que intent� apartar la mano fue a todas luces insuficientea 
juzgar por la mirada que me ech� el hombre aun enmascarado, sab�a que le hab�a 
bastado una d�cima de segundo para darse cuenta perfectamente de la situaci�n. 
No pude evitar ponerme roja como un m�sero tomate.

�Qu� fuerza tendr�a ahora para intentar convencerle de que todo eso no era m�s 
que una locura? Ahora era demasiado tarde. Ya no pod�a escapar.. y s�lo me 
quedaba una opci�n.
Averiguarlo...




-Princesa, me encanta que hayas decidido quedarte conmigo, te puedo garantizar 
que no te arrepentir�s.

Ciertamente no ten�a la m�s m�nima necesidad de que me lo confirmase con sus 
palabras; digamos que sus hechos hablaban por ella y adem�s, hab�a pasado m�s de 
una hora y media desde mi proposici�n, sincera, soy un caballero. La indefensi�n 
que se pod�a observar en sus deliciosos ojos verdes, ese infantil intento de 
ocultar lo que era evidente que estaba haciendo �nicamente incrementaron mi 
inter�s en mi princesa. Me sent� en una silla, una de esas sillas estilo imperio 
que siempre causan sensaci�n; siempre me ha gustado rodearme de cosas hermosas, 
las m�s hermosas cosas que el dinero puede comprar y aquellas con las que el 
dinero tiene poco que hacer, princesa, por ejemplo.

La estuve examinando, fijamente. No demasiado alta, algo as� como 1'65; delgada, 
sin aparentemente un gramo de grasa de m�s; bueno estando vestida como estaba 
solo pod�a hacerme una imagen de conjunto, una imagen francamente buena; de no 
ser porque no hubiese resultado conveniente, no quer�a espantar a mi princesa, 
al menos tan pronto; me hubiese puesto a acariciar su pelo rizado, casta�o, 
delicioso.

Mi princesa sabe que la estoy examinando con la mirada, s� que se estar� 
preguntando qu� que espero yo de ella y si ser� cierta mi promesa de una vida 
llena de placeres.

-Princesa, quiero que te desnudes para tu se�or, no seas t�mida.

Aquella sugerencia le pill� por sorpresa, era el efecto que yo deseaba. Ella 
estaba excitada, no era dif�cil de adivinar por el ritmo entrecortado de su 
respiraci�n; su mente seguro que se opondr�a a aquel inocente acto de sumisi�n 
pero algo en su cuerpo le incitar�a a intentarlo...

-Princesa, no hagas que tu Se�or tenga que repetirte la orden, seguro que no 
ser� tan divertido...






Me qued� paralizada de espanto al escuchar la firme voz de aquel hombre que 
llenaba la habitaci�n solo con su presencia. Era una situaci�n tan extra�a que 
no sab�a bien como reaccionar. S�lo me atrev� a mirarlo bajo su antifaz de hito 
en hito. Me sent�a como si no supiera del todo en el l�o que acababa de meterme, 
y por otro lado lo deseara, pero ... ��no!! Era algo tan humillante cumplir 
ordenes... nunca lo hab�a hecho antes.

El atractivo desconocido (porque hay que reconocer que lo era), me mir� con una 
extra�a mirada, que no pude descifrar, se acerc� lentamente, rode�ndome, hasta 
ponerse de nuevo frente a m�. Mis piernas empezaban a temblar y baj� la mirada, 
era una situaci�n insoportablemente violenta para m�.

Not� repentinamente un tremendo manotazo en mi mejilla derecha, y acto seguido 
en la izquierda. Fueron tan fuertes los dos bofetones que fui a parar 
directamente de bruces contra la alfombra que por suerte, se encontraba bajo mis 
pies y amortigu� mi ca�da.

La cara me ard�a y sent�a ganas de llorar, pero no lo hice. Sent�a tantas 
sensaciones dispares en mi interior que me era dif�cil tomar partido por 
ninguna. Y para colmo, notaba como la humedad en mi entrepierna no hab�a 
disminuido. El coraz�n me dio un vuelco. �Y si el desconocido se atreviera a 
inspeccionarme? ���No podr�a soportar un examen de esa clase en esas 
circunstancias!!! Como si hubiera le�do mis pensamientos, me empez� a hablar, 
not� su voz un poco lejana en la habitaci�n, as� que alc� la cabeza. Estaba 
sentado indolentemente en una bella silla tapizada estilo Luis XV. Parec�a a sus 
anchas. Hab�a encendido un cigarrito y me estaba diciendo , con una voz tan 
incre�blemente tranquila que me asust� aun m�s:

-Quiero que te desvistas en cinco minutos. Luego , col�cate en aquel rinc�n con 
esta venda en los ojos. Desnuda y a cuatro patas. No se te ocurra mover un solo 
m�sculo hasta que yo te lo diga-.Levant�ndose, sali� de la habitaci�n no sin 
antes decir:-Las piernas bien abiertas, princesa.

Mi primer impulso fue responderle que qu� se hab�a cre�do, pero nuevamente me 
qued� paralizada, sin reacci�n. Se hab�a ido y me hab�a vuelto a quedar sola 
ahora. No ten�a tiempo para pensar, as� que mientras pensaba o no , decid� 
hacerle caso, y temblorosa empec� a desabrocharme el vestido., no sab�a que me 
har�a si decid�a desobedecer de nuevo, y no quer�a averiguarlo. Hab�a visto algo 
inquietantemente oscuro en el fondo de su mirada...sab�a que ahora ser�a in�til 
intentar nada, quiz�s mas adelante, cuando tuviera m�s tiempo de pensar.. pero , 
��o�a pasos en el corredor!! R�pidamente cog� la venda. Ya estaba desnuda. La 
anud� suavemente alrededor de mis ojos, ve�a algo, un resplandor amortiguado en 
la parte inferior (esperaba que �l no se diera cuenta de esa circunstancia), fui 
r�pidamente a la esquina que me hab�a indicado, y , con gran verg�enza por mi 
parte, adopte la posici�n. O� ruidos detr�s. Segu�a teniendo ganas de ir al 
lavabo, y lo que es peor, ahora mis muslos , as� abiertos, dejaban fluir mis 
jugos en cantidad m�s que suficiente como para que �l pudiera darse cuenta... 
quer�a disimularlo de alg�n modo, pero no me atrev�a ni a respirar.

-Las piernas mas abiertas.

Obedec�, y. en esos momentos, casi agradec� la venda de mis ojos.

Con un tremendo sobresalto, not� su mano acarici�ndome mi vagina lentamente...no 
pude evitarlo, volv� instintivamente a cerrar un poco las piernas.

Entonces sent� un tremendo picotazo en mi muslo izquierdo. "��Ah!!" grit�. No 
sab�a con que me hab�a golpeado. Volv� a sentir otro , aun m�s fuerte que el 
anterior. "��AAhh!!".

-�Todav�a no lo entiendes?-me pregunt�, casi dir�a que divertido.

Yo abr� las piernas todo lo que pude, instant�neamente. El sigui� acarici�ndome 
mis labios y mi cl�toris lentamente.. mi flujo se increment�, mi cl�toris se 
lubric� e hinch� bajo su experta e incesable fricci�n hasta que no pude evitar 
empezar a hacer ciertos movimientos con mi pelvis.. pero justo cuando me 
faltaban unos pocos segundos para correrme, el retir� su mano.

Eso era demasiado para m�. Nunca hab�a deseado m�s correrme y reventar en toda 
mi vida. Llev� una de mis manos, como en un acto reflejo, hacia mi vulva 
expectante. Pero antes de que pudiera siquiera tocarme, el hombre me levanto en 
un r�pido movimiento, y me dio un tremendo rodillazo justo en mi plexo solar.

Ca� como a plomo contra el suelo. Sencillamente no pod�a respirar. Intent� 
recuperarme del dolor y abr� la boca intentando fren�ticamente recuperar el 
aliento, pero antes de que pudiera hacerlo me levant� en volandas , y con ayuda 
de alguien -quiz�s alg�n sirviente, al que no hab�a sentido entrar- , me ataron 
cada mu�eca fuertemente, con una especie de correa con hebilla, a una barra o 
alg�n sitio parecido sobre mi cabeza, y qued� colgando suspendida , de forma que 
mis pies apenas se sosten�an directamente sobre el suelo, ten�a que estar 
obligatoriamente descansando sobre las puntas de mis pies. Para mas inri, not� 
como ataban mis tobillos separados a alg�n sitio, no sab�a a donde, solo sab�a 
que estaban fuertemente amarrados, tanto mis pies como mis manos, y que me era 
pr�cticamente imposible hacer ning�n movimiento que pudiera ayudarme en mi 
indefensi�n. Empec� a gemir quedamente, afortunadamente al menos empezaba a 
recuperar la respiraci�n, pero al cabo de poco tiempo empec� a sentirme 
profundamente inc�moda. Los brazos me dol�an en esa posici�n, y mis delicados 
pies tambi�n sufr�an por su posici�n forzada.

-Por favor, Se�or, Amo, como Quiera que le llam�... tenga compasi�n, su�lteme, 
no puedo resistirlo...har� todo lo que me diga, no volver� a contradecirle, por 
favor,, no le desobedecer� nunca mas pero su�lteme, de verdad, me duelen mucho 
los pies...

No pude o�r nada excepto una breve carcajada, y como mandaba a su �criado? 
fuera.

-Si no te callas, tendr� que poner una fuerte mordaza en esa linda boquita, 
princesa...y te aseguro que no te ayudar� a estar m�s c�moda que ahora...

Decid� hacerle caso, aunque mi en mi situaci�n me aliviaba poder gemir y rogarle 
piedad... para colmo, sent� una creciente necesidad de frotarme mi cl�toris 
hinchado para aliviarme, porque no hab�a decrecido mi excitaci�n, sino al 
contrario.. y lo que era ya realmente inconfesable, mis ganas de ir al lavabo se 
hab�an convertido en imperiosa necesidad...no cre� que pudiese aguantar m�s de 
dos minutos como m�ximo.

Esperaba que �l fuera comprensivo, sin duda mi castigo terminar�a en seguida, es 
posible que incluso ya hubiera terminado...�que mas pod�a hacerme?...

Todav�a no hab�a aceptado la situaci�n; no pod�a aceptarla... en cuanto me 
desatara, idear�a alg�n medio para convencerle de que deb�a dejarme marchar... 

Mil pensamientos contrapuestos luchaban en mi interior, agobi�ndome. Por otro 
lado, no quer�a ni pensar que se aprovechase de esa situaci�n y fuese a 
violarme.. eso si que no lo admitir�a. Mi mente no. 

Cada vez me dol�a m�s todo el cuerpo, mis m�sculos no estaban acostumbrados a 
ese esfuerzo. Me sent� impotente, ten�a ganas de llorar. 

Entonces �l me levanto delicadamente la cabeza entre sus manos. �Iba a golpearme 
de nuevo? Intent� apartar la cabeza. Pero en cambio lo que hizo fue besarme, un 
profundo beso en los labios que me dej� m�s fuera de combate que todos los 
golpes recibidos. 

-S� que me deseas, princesa-susurr� con voz extra�amente dulce en uno de mis 
o�dos. 

Fue extra�o. Mis protestas internas se derrumbaron como en un castillo de 
naipes.. No me reconoc�a a mi misma. Luch� por mantener la poca dignidad que me 
permit�a esa situaci�n. Intent� desembarazarme de mis ataduras, pero en vano. 

-Es in�til, querida ni�a. Y ahora, vas a aprender a demostrarme lo que sientes 
de una manera m�s obediente... 







El cuerpo de mi princesa, desnudo, no me hab�a decepcionado ni un �pice. Adem�s 
tenerlo all�, en suspensi�n, en equilibrio precario sobre las puntas de sus pies 
no hac�a sino incrementar la belleza, innegable, de aquel cuerpo de mujer.

No me hab�an sorprendido sus intentos de resistencia, los esperaba, en el fondo 
a una mujer moderna, como lo era mi princesa, sin ninguna duda, no le resulta 
f�cil admitir las ordenes de nadie. Tengo que reconocer que es posible que el 
rodillazo haya sido excesivamente duro, pero debo reconocer igualmente que no 
hay mejor remedio a la insurrecci�n que el jarabe de palo...

Y ah� est� mi princesa, con las manos atadas a una barra por las mu�ecas, sus 
piernas bien separadas, su confianza derribada en parte por esa �ltima 
confidencia. La imagen es, sencillamente deliciosa. Un examen ligeramente m�s 
minucioso me hizo descubrir que la excitaci�n de mi princesa, que la hab�a 
llevado a intentar masturbarse en mi presencia, no hab�a disminuido a juzgar por 
como sus jugos continuaban manando copiosamente del m�s delicioso de sus 
secretos, fluir que mis palabras al o�do hab�a incrementado.

Tambi�n debo reconocer que en su rostro se adivinaba un extra�o gesto, como de 
excesiva tensi�n; gesto que yo no cre�a debido totalmente a su forzada posici�n.

Me arrodill� a sus pies, de no haber tenido los ojos vendados creo que no lo 
hubiese hecho, era ella quien tendr�a que estar a mis pies; y mis dedos 
empezaron a recorrer sus piernas que estaban en tensi�n. Me gust� la forma en 
que estaban musculadas, no era nada excesivamente aparatoso pero se pod�a 
asegurar que aquel delicioso cuerpo hab�a sido sometido a exquisitos buenos 
tratos para mantenerlo lo m�s apetecible posible. Mis dedos fueron ascendiendo 
hasta que al llegar a la altura de su muslo derecho las yemas de mis dedos 
entraron en contacto con su miel, aquel nectar fruto de su excitaci�n; embadurn� 
profundamente mis dedos con aquel regalo de los dioses, que continuaba brotando, 
aquello parec�a gustarle a mi princesa...

Dirig� mis dedos, ahora empapados en sus jugos, a su boca, y empec� a 
acariciarle los labios. Ella intent� cerrar las mand�bulas con todas sus 
fuerzas, seguramente crey� que iba a amordazarla, cuando finalmente venci� sus 
temores empez� a lamer mis dedos con fruici�n... Estoy seguro de que ella era 
plenamente consciente de qu� era aquello tan jugosos con lo que la estaba 
alimentando, y ciertamente en lugar de desagradarle le parec�a estar encantando.

Y entonces ocurri� lo inesperado... Empec� a escuchar ese sonido caracter�stico 
que se produce cuando un l�quido golpea el suelo desde las alturas; dirig� la 
mirada y, efectivamente, mi princesa se estaba orinando. Hubiese debido volver a 
abofetearla, ten�a motivos m�s que suficientes; pero en lugar de eso intent� 
reflexionar... En ocasiones, ante un castigo f�sico excesivo, la reacci�n del 
cuerpo humano es la de orinar. Pero, no s� porqu�, aquel no era el caso de Jenny 
(ese era su nombre aunque ella no lo volver�a a escuchar). Aquello pod�a 
explicar fehacientemente aquel gesto extra�o, como desencajado, que ten�a su 
rostro, bueno, aquel gesto hab�a mudado y la cara de mi princesa era en aquel 
momento el perfecto espejo de la verg�enza y de la humillaci�n, tal vez lo m�s 
hermoso que yo hubiese visto en mi vida; si se hab�a sonrojado cuando entr� en 
la habitaci�n y la descubr� en comprometedora posici�n lo que le hab�a ocurrido 
en aquellos momentos no ten�a nombre... 

-Princesa, supongo que no har� falta decirte que eso no se hace-le dije con 
sorna.

Ella ni siquiera se atrevi� a levantar la cara, la humillaci�n que la embargaba 
no le dejaba maniobrar.

Y la reacci�n de su cuerpo no hab�a dejado de ser previsible, desde que lleg� a 
mi humilde morada la noche anterior en calidad de invitada no hab�a hecho uso de 
los lavabos; en primer lugar porque estaba dormida y atada y posteriormente 
porque su linda cabecita estaba demasiado ocupada en otros menesteres. Tendr�a 
que castigarla, de eso no cab�a la menor duda, pero no creo que fuese 
excesivamente estricto con ella, al menos no esta primera vez...

Sal� unos instantes de la habitaci�n para llamar a una de mis criadas, no sin 
antes echar un vistazo al peque�o charco que se hab�a formado entre los pies de 
mi Princesa, todo resto de orgullo en su cuerpo se hab�a evaporado con aquel 
denigrante acto.

Putita, una de mis criadas, acudi� sol�cita a mi llamada. Bueno, tan sol�cita 
como le fue posible ya que ten�a los tobillos unidos mediante una cadena lo 
suficientemente larga como para permitirle un m�nimo de movilidad. Llevaba su 
atuendo habitual, su cofia, su delantal blanco, una gran mordaza de bola a la 
que finalmente se hab�an habituado sus mand�bulas, y sus consoladores anal y 
vaginal. Tan pronto como entr� en la habitaci�n dirigi� una mirada a mi 
Princesa, seguro que se excit�, cualquier cosa excita a mi Putita.

Le orden� que limpiase el desaguisado y lo hizo con prontitud y diligencia...

-Princesa, supongo que sabes que es hora de castigarte, has sido una Princesa 
muy mala...

Ella continuaba sin reaccionar, como si el mundo se le hubiese venido encima... 

Le quit� la mordaza a mi putita, quien aprovech� para besarme las botas, y le 
dije al o�do que es lo que esperaba de ella.

Cog� la fusta con la que anteriormente hab�a golpeado los muslos de mi Princesa 
y di un par de golpes al aire, golpes que ella sinti� como si se los hubiese 
propinado en realidad, el silbido de la fusta le aterraba. Putita acerc� su cara 
a la entrepierna de Princesa y, tras realizar yo un gesto afirmativo con mi 
cabeza, sac� la lengua ense��ndome el piercing, volv� a asentir y dirigi� su 
lengua hacia la vagina de mi Princesa mientras yo me preparaba para volver a 
utilizar la fusta. En el mismo instante en que el cuerpo de mi Princesa se 
estremeci� al sentir el contacto de aquel objeto met�lico en su femineidad 
descargu� un fuerte golpe de fusta en sus nalgas. Ella profiri� un fuerte 
grito...






��Aah!!.. sent� como si me hubieran desgarrado mi firme pero tierna nalga 
derecha con un objeto increiblemente incisivo. Nunca hab�a sido castigada de esa 
forma, as� que el dolor que sent�a se mezclaba con una sensaci�n de semi-p�nico. 

�Hasta cuanto podr�a aguantar? 

��Aaah!! Mi nalga izquierda sufri� el mismo tratamiento. S�lo entonces empez� a 
darme cuenta de que la extra�a sensaci�n que hab�a sentido en mi clitoris un 
segundo antes - una especie de objeto redondo y frio, y tambi�n algo carnoso, 
era en realidad una lengua.. una lengua femenina sin duda -no s� c�mo pero me 
parec�a de una mujer. Ten�a algo en la lengua... 

���Aaahhhhh!!! El tercer golpe me pareci� mas fuerte que los anteriores. �C�mo 
pod�a tener tanta fuerza mi verdugo?

Mi verdugo era.. �l... aquel hombre a�n era un enigma para mi. Deseaba saber m�s 
cosas acerca de �l, pero ahora no pod�a apenas pensar. Una extra�a mezcla de 
sensaciones totalmente antag�nicas empezaban a agolparse en m�. La condenada 
mujer segu�a chupando... volv�a ahora con fuerza la excitaci�n que sent�a, era 
increiblemente fuerte, apenas... 

���Aaahhh!!!! El dolor en mis nalgas era muy fuerte ahora. Mi trasero me 
ard�a... y a cada golpe contrarrestaba en su justo punto mi excitaci�n, as� no 
hab�a forma de llegar hasta el final.. Sin embargo, mi mente ahora s�lo miraba 
en esa direcci�n. Me concentr� en lo que hac�a la mujer, as� me resultaba menos 
insoportable el fustigamiento, esperaba de todas formas que no me golpeara mucho 
m�s...el dolor ... 

�����Ahhh!!!!! ������Ahhh!!!!!!Algo extra�o me estaba sucediendo, pero eso me lo 
guardaba para m�. El placer y el dolor se un�an ahora en una deliciosa 
condena...mi cuerpo no era m�o.. Me abandon� a esa sensaci�n. No me sent�a con 
fuerzas para mucho m�s, adem�s de que mi rebeld�a era a todas luces in�til. No 
pod�a hacer nada absolutamente. 

��Aahhhh!! Me golpeaba sistem�ticamente, y lleg� un momento que a cada golpe yo 
cre� seguro que no aguantar�a ni uno mas.. pero segu�a. �Cu�ntos azotes hab�an 
soportado mis nalgas? �10? �12? Me pareci� excesivo. Quiz�s el orinar de esa 
forma (algo que prefer�a no pensar de puro horror ) hab�a hecho enfadarle 
verdaderamente. No pod�a saberlo. Y esa mujer, segu�a chup�ndome , y 
sorbi�ndome, con las piernas abiertas no pod�a hacer mucho m�s que esperar el 
inminente orgasmo. Ahora s� que iba a correrme de un momento a otro.. Empez� a 
moverme r�tmicamente con su lengua, quiz�s resultase rid�culo pero s�lo me sent� 
con fuerzas para hacer eso. 

-Para. Le o� decir con su inconfundible voz. 

No pude evitar decir : 

-����NO, amo, POR FAVOR!!!!. ��Por favor, dejala que siga, dejela que... !!!
-Princesita rebelde, no quer�a ser muy duro la primera vez, pero estas colmando 
mi paciencia constantemente y no pareces darte cuenta. Veamos ahora de que te 
sirven las protestas. Sent� que me introduc�a un dedo en la boca y apret� la 
mand�bula con todas mis fuerzas. ���No podr�a resistir ning�n martirio mas!!! Mi 
estrategia me sali� mal. Not� que me aprisionaba la nariz entre sus dedos, y que 
me quedaba sin aliento en pocos segundos. Creo que llegu� a ponerme roja, pero 
finalmente tuve que ceder y entreabrir la boca para coger aire. Momento que 
esperaba �l sin duda, porque sent� como en esos momentos algo que pretend�a 
meterme en la boca. 

���Noggghhhahhggmm!!!. Era algo duro y redondo, algo de pl�stico, no 
excesivamente grande, pero lo suficiente para restringirme poder emitir apenas 
ning�n sonido. Aparte de que resultaba muy inc�modo. Pronto empec� a 
atragantarme, casi no pod�a tragar con aquel molesto objeto colocado en mi boca. 

Lo at� fuertemente por detr�s, por lo que me era imposible escupirlo. 

Intent� una queda protesta pero solo un gru�ido quedo sali� de mi boca. Me 
agit�, me revolv�, intente librarme pero todo result� inutil. No pod�a zafarme 
de ninguna forma. 

-�Sabes lo que es un orgasmo por partes, zorrita? �No? Jajajaja, pues ahora lo 
vas a averiguar. Putita lo sabe muy bien, �verdad... ?
-�Putita? �Quien era putita? Que tonta, sin duda era aquella mujer de la lengua 
anillada...���un anillo en la lengua!! Qu� horror, eso s� que no permitir�a que 
me lo hicieran a m�. Deb�a ser terriblemente molesto.. 

Pero no pod�a ahora pensar en m�s molestias. Los brazos hab�an llegado a un 
punto que apenas pod�a sentirlos, me pareci� que llevaba all� colgada una 
eternidad. Pero lo peor eran los m�sculos de las pantorrillas y el empeine. Si 
me descolgaba para aliviar la tensi�n acumulada en ellos, mis brazos se 
resent�an aun mas..as� que no pod�a aguantar mucho en ninguna de las dos 
posiciones. El trasero me quemaba y me ard�a de dolor en mi indefensi�n, y .. 

���Aahhhh....!!! volv� a sentir esa sensaci�n fria y carnosa en mi vulva. ��La 
mujer volv�a al ataque!! Bueno, al menos me aliviaba el sentir ese placer. 

Estaba tan humeda y tan excitada a esas alturas, que empec� a sentir lujuria a 
los pocos segundos. 

-Para. Volvi� a decir �l. 

La mujer par� otra vez justo cuando estaba a punto de reventar, y yo sent� ganas 
de gritar. "�A qu� demonios jugaban conmigo?"

Volv� a sentir unas manos en mi nuca. Me quitaban la venda. 

Entonces vi como �l y una mujer - sin duda una criada por el atuendo- me 
observaban divertidos. �l se hab�a quitado el antifaz y era realmente 
-inquietantemente- atractivo. El coraz�n me dio otro vuelco. 
-Ven, Putita. �Has visto que delicia? Ya veras como esta noche nos 
divertimos.... 

Les v� sentarse en un banco de madera , sin duda una reliquia de gran valor, que 
estaba colocado justo enfrente para mi verg�enza. Y es que ahora, que pod�a 
observar - y autoobservarme de alguna forma en aquel increible escenario- cre� 
poco menos que me iba a morir al ver la escena, me sent� tan rid�cula e 
impotente que nadie que no haya pasado por lo mismo lo comprender�a. 

-Putita, sientate a mis pies. 

Observ� como ella cumplia diligentemente la orden , pude comprobar adem�s que 
ten�a una especie de collar ancho, como de perro , en su cuello. Se sent� y 
empez� a lamer los pies a su "Amo", como si estuviera domesticada, con tal 
sumisi�n que no pod�a creer lo que ve�a. 

Estuvieron un buen rato en esa posici�n. �l me miraba con una mirada 
increiblemente tranquila y parec�a que lo pasaba en grande. ��C�mo era capaz con 
lo que yo estaba pasando?? 

-Sigue Putita. 

La criada volvi� a acercarse a mi y entonces empec� a comprender lo que estaban 
haciendo o quer�an hacer conmigo, aunque rec� que no se tratara de lo que yo 
pensaba. 

Mahahhgmm...no pod�a hablar a causa de la mordaza. Pero ella hab�a vuelto a la 
carga. Lo hac�a despacio, muy despacio, parec�a saber exactamente lo que hac�a 
la muy desgraciada... Volv� a convulsionarme. Mis piernas se pusieron en tensi�n 
aun m�s si cabe con sus caricias. Volv� a mover mi trasero sin poder evitarlo, 
sobre su experta lengua.. Si no acababa esta vez me morir�a. No s�, lo juro, 
como pudo adivinarlo de nuevo, porque intent� disimularlo con todas mis fuerzas, 
pero justo, justo cuando estaba otra vez a punto de correrme,en ese punto, 
volvi� a detenerse. Todo mi cuerpo se convulsion�. Quise gritar hist�rica y no 
pude. En esos momentos, creo que si hubiera podido, habr�a acabado con aquella 
criada. En lugar de eso, tuve que observar como se retiraba de nuevo prestamente 
a lamer los pies de nuevo a su Se�or.. 

-Muy bien, Putita. Eres toda una experta y no hay que decirte nada; como siempre 
est�s en todo. 

Vi como le mord�a cari�osamente sus pezones, y ella parec�a encantada con todo 
aquello. 

-Mm.... me estoy empezando a excitar en serio. Que delicia,Putita.. �Y t� como 
vas, Princesa?....Se recost� en su sill�n observ�ndome como si estuviera viendo 
una pelicula, y fumando tranquilamente su cigarro. Veamos , Putita, �crees que 
Princesa aguantar�a asi toda la noche? Parece muy valiente y dura..yo creo que 
s�.... 

Yo me puse roja de nuevo, pero no tanto de placer o verg�enza como de ira. 

Realmente no podr�a aguantar mucho m�s, pens� incluso seriamente en que iba a 
desmayarme o algo peor si seguian oblig�ndome a permanecer asi. 

-Jajajaj, pero si solo llevamos poco menos de dos horas con tu instrucci�n... s� 
que puedes aguantar mucho m�s, princesa. 
-Adelante. 

La putita volvi� a su trabajo, que era yo. Esta vez me sent� tan fren�tica que 
todo mi cuerpo se mov�a al unisono con sus calculadas y lentas chupadas. Me pus� 
a llorar de puro histerismo pensando en lo que me aguardaba. 

Pero volv� a oir su voz de nuevo. 

-Esta vez ser� magn�nimo. Pero quiero que me hagas una se�al de que has 
comprendido quien manda aqu�. �Has o�do , princesa?

Yo asent� con todas mis fuerzas. Se levant� y me cogi� de la barbilla. 

-�Seguro? 

Siiii... dije con todo mi cuerpo, y en esos instantes con toda mi alma tambien. 

-Me llamaras a partir de ahora Amo, � Maestro � Se�or. S�lo Jorge cuando yo te 
lo permita. �Has comprendido? Volv� a asentir freneticamente. La criada se hab�a 
detenido. 
-Adelante, Putita, esta vez seremos generosos. Es nuestro regalo de bienvenida, 
princesa. Esperamos que lo disfrutes...







Sab�a que a princesa le quedaba muy poco para llegar a su cl�max, y en el fondo 
me apetec�a que se corriese. Yo le hab�a prometido dulces placeres y no me gusta 
que nadie me eche en cara el no cumplir con mis promesas. 

Mi putita estaba perfectamente instru�da, sab�a perfectamente cuales eran mis 
deseos y como cumplirlos con solamente pensarlos. As� que mi Princesa Jenny, que 
esperaba desesperadamente las atenciones de la lengua anillada de putita (algo 
absolutamente s�blime) se llev� una descomunal sorpresa cuando mi esclava en 
lugar de agacharse para satisfacer sus m�s oscuros anhelos estir� sus brazos 
para liberar sus mu�ecas de las ataduras que la manten�an en delicada 
suspensi�n.

Incapaz de mantenerse en equilibrio cay� hacia adelante, con sus pies totalmente 
separados, y all� estaba yo para evitar su ca�da. Su cuerpo estaba empapado en 
sudor, mejor no hablemos del estado de sus piernas. Deposit� su cuerpo, con 
infinita suavidad, en el suelo y all� mismo le plant� un beso en su m�s que 
h�meda entrepierna. Ella apret� con fuerza su delicioso tesoro contra mi cara, 
di un fugaz lametazo a su hinchadisimo cl�toris y retir� mi cara. Movi� sus 
caderas como enajenada, de no haber estado tan exhausta hubiese intentado 
ponerse en pie, lo que le hubiese resultado harto dif�cil con las piernas tan 
separadas.

-Princesa, preciosa, si quieres correrte creo que ya eres mayorcita para saber 
lo que tienes que hacer.

No ten�a demasiadas dudas sobre lo que iba a ocurrir. Le estaba ofreciendo en 
bandeja de plata un nuevo paso hacia su sumisi�n, una refinada forma de 
humillaci�n que ella deseaba como nada en el mundo. En apenas un par de segundos 
mis suposiciones se cumplieron. Tan pronto como consigui� recuperar el control 
de sus entumecidos brazos dirigi� su mano derecha a su entrepierna. Yo la 
observaba con una sonrisa en mis labios, una sonrisa condescendiente. Empez� a 
masturbarse como una loca y en menos que canta un gallo consigui� su objetivo, 
un cl�max como estaba seguro que ella jam�s hab�a sentido. Ciertamente fue una 
pena perderse sus alaridos de placer pero ese es el principal de los 
inconvenientes de las mordazas.

Le hice un nuevo gesto a mi putita que liber� cari�osamente a Princesa de su 
mordaza mientras �sta continuaba arranc�ndole momentos de placer a su cuerpo. Y 
cuando putita le par� las manos a Princesa, mi adorable invitada crey� 
enloquecer. Pero aquella locura fue meramente transitoria, la diestra lengua 
anillada de putita volvi� a hundirse en la hinchada vulva de Princesa para 
donarle sus m�s preciadas atenciones.

No creo que sea preciso reproducir el carrusel de sonidos de placer que Princesa 
emiti�. En el fondo tampoco era tan importante para m�. Lo que s� ten�a 
importancia era aquel primer orgasmo que a�n reten�a yo en mi mente, aquel 
orgasmo que dif�cilmente yo podr�a olvidar (y m�s dif�cilmente podr�a olvidar 
Princesa), aquel delicioso acto de sumisi�n a los deseos de su Se�or. La nueva 
retahila de orgasmos �nicamente era una forma de recompensar a Princesa, de 
dejarla en vilo esperando por m�s en un futuro pr�ximo, s�lo ten�a que entregar 
su voluntad para obtener placeres nunca so�ados.

Putita sab�a lo que se hac�a, yo ya hab�a perdido la cuenta de cu�ntas veces el 
cuerpo de Princesa se hab�a convulsionado bajo las oleadas de intenso placer que 
emanaban de aquella deliciosa vulva previamente desaprovechada a juzgar por las 
confesiones bajo el efecto de los efluvios del alcohol que Jenny hab�a hecho la 
noche anterior. Cuan lejana deb�a quedar aquella noche en la mente de Princesa. 

La �ltima noche sin rumbo de su vida. Estaba convencido en aquellos momentos, 
con Putita hundiendo su lengua anillada en la deliciosa entrepierna, 
completamente expuesta al tener las piernas completamente separadas, de Princesa 
que entre gemido y gemido de placer se masajeaba los pezones con sus manos, de 
que Princesa iba a disfrutar de su nueva vida, esa vida que yo iba a 
proporcionarle. Una vida sin m�s preocupaciones que la de satisfacer a su Se�or 
para obtener en correspondencia su propia satisfacci�n.

Las mir� tiernamente. Estaba tremendamente excitado, la escena no pod�a 
calificarse sino de deliciosamente est�tica, con una fuerza sexual absolutamente 
fuera de lo com�n. Cuando Putita retir� su deliciosa lengua del fruto prohibido 
de Princesa esta no tuvo necesidad de absolutamente el m�s m�nimo est�mulo para 
continuar alcanzando orgasmo tras orgasmo, agotando las escasas energ�as que le 
pod�an quedar a su cuerpo. En mitad de la neblina de su en�simo orgasmo su 
cuerpo no pudo resistir y cay� en un sue�o profundo, un delicioso sue�o en el 
que pondr�a la mano en el fuego su Amo y Se�or ten�a buena participaci�n.

Bes� a putita, mi lengua se entrelaz� con la suya, juguete� con aquel anillo que 
yo mismo le hab�a colocado y sabore� los m�s �ntimos l�quidos de mi Princesa. 

Putita viv�a por recibir aquel tipo de recompensas. La volv� a besar, ahora no 
con pasi�n sino con ternura, y le volv� a poner su descomunal mordaza. 

Ciertamente aquella mordaza era m�s un detalle est�tico que estrictamente 
necesario; no recordaba la �ltima vez que putita hab�a dicho una palabra 
distinta de alg�n gemido de placer consentido por su Amo. Sus ojos me dirigieron 
una tierna mirada, le obsequi� con una franca sonrisa que era el mayor de los 
pagos que ella esperaba recibir.

Putita me ayud� a, en primer lugar desatarle los tobillos a Princesa para 
posteriormente colocarle unas livianas pero suficientemente s�lidas cadenas en 
los tobillos, a imagen y semejanza de los que Putita llevaba.

Igualmente me ayud� a levantarla del suelo y a depositarla con absoluta 
suavidad, cari�o incluso, sobre la cama de rojos terciopelos y suaves telas...

La vel� en su sue�o, un sue�o sobresaltado de tanto en tanto por extra�as 
convulsiones. Quer�a ser la primera cosa que ella viese cuando recuperase la 
consciencia, quer�a que me viese y que supiese que yo hab�a velado sus sue�os, 
que hab�a sido testigo de su "actuaci�n".

Se despert� y cuando me vio su rostro cambi� de expresi�n.

-�Ha dormido a gusto mi princesa? Necesitabas descansar. Ser�a un detalle que le 
agradecieses a tu Maestro las atenciones que ha tenido para contigo...

Aquellas palabras fueron m�s que suficientes para devolverle a su mente las 
reminiscencias de su sumisi�n previa. Se volvi� a ruborizar, incapaz de saber 
como reaccionar. Le acarici� el pelo, amorosamente. Sab�a que conseguir aquel 
agradecimiento s�lo ser�a cuesti�n de segundos, sus convicciones se hab�an 
desvanecido como un castillo en el aire.

-Gracias, Se�or-dijo en voz extremadamente baja, como si no quisiese que se le 
oyese. Continu� acarici�ndole el pelo y haciendo como que no hab�a escuchado su 
agradecimiento. Tendr�a que hacerlo con voz alta y clara.
-Gracias, Se�or-esta segunda vez estuvo mucho mejor. Le acarici� el cuello y le 
bes� el l�bulo de su oreja derecha, su cuerpo parec�a dispuesto a reaccionar a 
mis s�tiles cuidados...

Y ocurri� lo que yo no esperaba; ella a duras penas se levant� de la cama, entre 
las cadenas de sus tobillos y el cansancio acumulado aquel acto le cost� un gran 
esfuerzo. Se arrodill� a mis pies (yo estaba sentado al borde de la cama), 
inclin� su cuerpo desnudo, sus deliciosos pechos balance�ndose ligeramente, y 
empez� a besarme las botas. Se lo hab�a visto hacer a Putita y seguramente crey� 
que aquello me agradar�a. Estaba en lo cierto, hab�a hecho falta mucho menos 
tiempo del previsto para tenerla humillada a mis pies adorando a su Se�or.

Le dije que se incorporara, lo que tambi�n le cost� un significativo esfuerzo, y 
entonces fui yo quien empec� a lamerle y a mordisquearle suave y tiernamente los 
pezones. Su respiraci�n dejaba entreveer el grado de excitaci�n al que mis 
atenciones la estaban llevando. Antes de que aquella excitaci�n fuese excesiva 
me detuve. Y ella no me pidi� que siguiera, era lo que se esperaba de mi 
Princesa, ten�a que aceptar mis decisiones.

Desde que Princesa hab�a dado las primeras muestras de despertarse una de mis 
sirvientas, Alia (otro nombre con especial significado) hab�a estado preparando 
el ba�o para mi invitada. El ba�o se encontraba dentro de los aposentos que le 
hab�a reservado a Princesa; no se trataba �nicamente de aquella habitaci�n 
deliciosamente decorada, extra�da de un cuento de hadas, sino que tambi�n 
contaba con un cuarto de ba�o, de lujosa factura y con una especie de 
despacho-librer�a con estanter�as plagadas de libros editados lujosamente, un 
televisor de pantalla plana y un ordenador de �ltima generaci�n lo que daban a 
aquella habitaci�n un extra�o contraste entre la suntuosidad de las inmemoriales 
obras de arte y la modernidad. Quer�a que a Princesa no le faltase de nada y 
estaba plenamente convencido de que no har�a tampoco excesivo uso de tales 
complementos; su vida conmigo ser�a suficientemente plena pero no hay nada que 
te haga apreciar mejor lo que tienes que compararlo con aquello a lo que 
renuncias.

Alia era pelirroja y joven, muy joven. Mientras Putita ten�a ciertos rasgos de 
maldad en su comportamiento, Alia era la bondad personificada. Tal vez su 
principal virtud eran sus manos, capaces de acariciar con la justa intensidad 
para hacerte sentir oleadas de placer con el mero contacto de sus m�gicos dedos 
y tambi�n capaces de aplicar en�rgicos masajes cuando lo requer�a la ocasi�n. 

Pod�a estar agradecido por contar con tales sirvientas...

El ruido del agua al golpear la ba�era se empezaba a filtrar en la habitaci�n, 
Alia estaba derramando en el interior de aquella cristalina agua sales 
arom�ticas, el agua deb�a encontrarse a elevada temperatura, tales hab�an sido 
mis ordenes. Quer�a que aquel ba�o fuese confortante y relajante para mi 
invitada, en el fondo la jornada todav�a no hab�a acabado, no hab�a hecho sino 
comenzar.







�C�mo puede alguien saber si sue�a o se ha despertado? 

Hay una oscura e imprecisa l�nea en la que uno todav�a no sabe muy bien d�nde se 
encuentra. Y en esa l�nea de incertidumbre me encontraba yo: Jenny para el resto 
del mundo, Princesa para mi Se�or y Desconocida para mi misma. 

Describir tantas emociones era dif�cil, sin embargo intentar� resumirlo en una 
sola frase: cuando se vive algo especialmente fuerte y emocionante, despu�s de 
haber tenido durante largo tiempo una existencia rutinaria y gris, uno se da 
cuenta de que es preferible sentir y sufrir, a tener el coraz�n vac�o, aun sin 
dolor. 

-Sin riesgo no hay gloria, querida Princesa. 

Me sobresalt�. Mi Se�or me hablaba desde arriba. Yo ten�a unas botas de factura 
espa�ola y de piel oscura entre mis manos. Pod�a sentir su olor, incluso su 
sabor. Pero a�n me encontraba en la oscura l�nea, aun era pronto. 

-Hay una sorpresa para ti en la habitaci�n contigua, �no quieres verla? Putita 
te acompa�ar�. 
-Tengo unos grilletes en los pies...-musit� con voz t�mida. 
-Lo s�. �No quieres tenerlos? 
-No s�. Era una respuesta est�pida, y sin embargo , no fui capaz de decir algo 
que me resultara m�s coherente. 
-Jajajaj-se r�o �l, despreocupado.-Ya lo sabr�s. Ahora te los van a quitar. �Ves 
como la vida aqu� no es tan mala? 

Me molestaba un poco su sentido del humor, me hac�a sentir como si fuera una 
ni�a de dos a�os, y lo peor es que la base donde sostenerme era demasiado 
d�bil...�l llevaba clara ventaja. Sin embargo, resolv� que aunque quer�a probar 
, bueno, es m�s, me mor�a por probar los placeres oscuramente inusitados que una 
persona as� ten�a preparados para m�, no bajar�a la guardia. De momento decid� 
ser devotamente sumisa, tal y como se esperaba de m�, hasta que pudiera pensar 
m�s adelante. 

Putita me hizo una se�a. �Nunca la quitaban la mordaza? Pero ella parec�a 
disfrutar a juzgar por el brillo especial en sus ojos. La acompa�e a la 
habitaci�n contigua. 

Un delicioso ba�o, de amplias dimensiones, en un marco encantador, deleit� mi 
vista. Hab�a azulejos con bellas cenefas decorando hasta media pared, con 
motivos sexuales y escenas comprometidas, del siglo XVIII, alfombras de suaves 
colores nacarados, anaranjadas y rojas, todo lo necesario para la toilette... y 
un perfume suavemente er�tico. La verdad es que resultaba absolutamente 
irresistible querer disfrutar del agua y el dulce vapor que hab�a all� 
preparados.. Una bella sirvienta pelirroja hac�a los �ltimos preparativos...

-Desn�date, querida.. 

No quiero detalladamente relataros lo que pas�, solo deciros que en aquel ba�o 
me sent� m�s feliz que en toda mi existencia anterior...sent� que despu�s de una 
experiencia como la de aquel d�a, ya pod�a morirme... pero por supuesto, 
esperaba que los placeres solo acabaran de comenzar para m�. Quiz�s todo ser�a 
dulce y f�cil a partir de ahora, y mi Se�or, �l, -inquietante persona para mi- 
me har�a la vida menos dura y m�s sencilla de lo que cre�a... Por supuesto , me 
equivocaba. 

Sal� nueva de aquella habitaci�n, y aunque -secretamente- hubiera deseado que �l 
se metiera conmigo, en la ba�era..., no pude por menos que sentirme 
estupendamente. Estaba como flotando, muy relajada y con una incre�ble sensaci�n 
de bienestar. 

La pelirroja sirvienta me dijo:

-Vamos a la sala de los vestidores. El Amo nos espera all�. 

Me pusieron una suave bata de tul blanco con ribetes negros (se olvidaron?) de 
los grilletes, y me condujeron en agradable silencio (Putita no pod�a por menos) 
hasta la habitaci�n de los vestidores, por lo que tuvimos que atravesar un largo 
pasillo (yo iba completamente descalza) , pero no me disgust�. Hab�a una mullida 
alfombra entre los enormes muros de bloque gris de facosa, decorados con 
antiguos motivos, a la usanza de los viejos castillos, y una suave luz 
aterciopelada , proveniente de quinqu�s, inundaba completamente las estancias 
con agradable y tenue luminosidad. 

-Queridas m�as, os esperaba. Ahora tienes mucha mejor cara, Princesa. 

Estaba sentado en una de esas extra�as sillas para escribas, estilo egipcio. 

Hab�a un enorme espejo y muchos armarios ricamente decorados. El coraz�n volvi� 
a latirme mas r�pido en su presencia. No ten�a puesta camisa ni ropa alguna de 
cintura para arriba, ni tampoco nada le ocultaba el rostro. La verdad es que era 
el sue�o de cualquier mujer, al menos, el m�o. �l se sab�a especial, pero 
actuaba con maneras sencillas y educadas (c�mica contradicci�n en esas 
circunstancias), s�lo alguna vez miraba con una intensidad interior tan natural 
que me desarmaba por completo y casi me electrizaba. 

-Vestidla. 

No pude creer lo que vino a continuaci�n. Las criadas sacaron un lujos�simo 
traje de estilo franc�s de �poca de la Ilustraci�n, con un corpi�o 
extremadamente ajustado y abombachadas faldas de chifon blanco, con un ce�idor 
de sat�n rodeando mi cintura y decorado con ribetes de botones y rosas en el 
escote y el bajo. Me lo ci�eron tan fuerte que cre� no poder respirar a partir 
de ese momento. Me pusieron unas medias blancas y unos zapatitos forrados de tul 
inclusive el tac�n, con un lazo en el empeine. Me sent� como una princesa de 
cuento de hadas...

-Princesa, estas bell�sima... �l se levant� y me dio un tierno beso en la mano, 
como si fuera un caballero de �poca. 
-Ahora t�mbate all�, en aquel div�n. 

�Dios m�o, que iba a hacer? ��No pretender�a hacerme el amor con esa ropa o 
atarme en esas circunstancias!! Era imposible que... 

-Hay un baile en la sala de abajo. He invitado a todos mis amigos. �No lo 
sab�as? Todos est�n deseando conocerte, y yo estoy deseando presentar a mi 
Princesa. Pero no te preocupes, tu ser�s exclusivamente para m�. Bailaras 
conmigo, querida, pero aun te faltan unos leves retoques para ser presentada 
adecuadamente en sociedad. 

Alia. La sirvienta con el pelo color zanahoria se acerco, llevando en sus manos 
delicadamente algo, parec�an unas bolas entrelazadas, unidas por un cord�n, una 
peluca blanca amarillenta, y unas enaguas diminutas. 

-Querida, �brele bien las piernas , por favor. Pero cuidado con estropear su 
hermoso traje, �has entendido? 

Yo cerr� autom�ticamente las piernas. 

-��No, eso no , Maestro!! 
-�Prefieres que te atemos antes? Ser� mas desagradable ... 

Yo me calle, porque no dudaba que lo har�an si volv�a a abrir la boca. 

Alia se arrodillo frente a m�, me levant� con suavidad el tul y me empez� a 
introducir una a una aquellas bolas anudadas por mi vagina. Cre� que no 
entrar�an si no me.. bueno, en esos momentos no estaba suficientemente h�meda, 
aunque la escena empezaba a ponerme de nuevo caliente, lo admitiera o no. 

Pero las bolas estaban lubricadas, as� que entraban sin muchas dificultades. 

-Ahh, otra m�s no , por favor..-creo que me metieron m�s bolas de lo que mi 
vagina era capaz de contener, porque cuando me ajustaron encima las enaguas, 
entre eso y el corpi�o apenas pod�a mantenerme en pie. 

�l cambi� su tono ahora. Estaba m�s tenso. Se levant� y empez� a dar vueltas, a 
mi alrededor. 

-Princesa, la gente que hay abajo , en la sala de baile, es importante para mi. 
Recu�rdalo. Una ofensa a ellos significa ofenderme gravemente a m�. Si me pones 
en rid�culo , tendr� que darte una lecci�n que no olvidar�s. Ahora quiero que 
bajes conmigo, sonriendo y movi�ndote dulcemente como solo una princesa podr�a 
ser capaz. Nada de gestos raros, nada de caras de desagrado. Solo amabilidad, Y 
si te excitas, Princesa, nada que deje adivinar ese estado, recu�rdalo bien. 

Bailar�s conmigo , y tambi�n con algunos de mis amigos, y ellos nada saben de 
todo esto, eres solo una amiga invitada, alguien muy especial para m�. 

Si me decepcionas, el castigo de esta tarde habr� sido como estar en el cielo en 
comparaci�n con el que te espera... Alia, la peluca.. 

Deb�a de estar bromeando. Yo apenas pod�a caminar y casi ni hablar , me sent�a 
como en una lata de sardinas, casi me ahogaba al intentar moverme. Y aquel roce 
inquietante y continuado en mi vagina, que me excitaba solo con mis leves 
movimientos al estar de pie...todo eso presagiaba graves, muy graves problemas 
para mi esa noche... 








Nadie hubiese podido negar que mi Princesa parec�a toda una princesa. Y que 
estaba aterrorizada. Mientras putita y Alia la maquillaban a conciencia, hasta 
conseguir que su rostro adquiriese aquella palidez propia de la realeza del 
antiguo regimen, y Princesa intentaba controlar el incendio que las bolas chinas 
hab�an azuzado yo la miraba lleno de satisfacci�n y placer; su rostro filtraba 
aquella contradicci�n entre el inmenso placer sentido y su tenue resistencia...

Cuando Alia y putita terminaron con ella se acercaron a donde yo estaba sentado, 
se arrodillaron y me besaron las botas. Yo les acarici� las cabezas, jugueteando 
con sus cabellos. Posteriormente les permit� que me besasen las manos (bueno, 
decir que lo que hac�a putita era besar tal vez sea excesivo al estar 
amordazada). Princesa las observaba at�nita, supongo que incapaz de creerse el 
placer que mis devotas sirvientas obten�an con aquellos simples gestos. La mir� 
con atenci�n, y ciertamente me sorprendi� cuando se me acerc� e hizo adem�n de 
arrodillarse... Yo lo imped�:

-Princesa, �no querr�s ensuciar tu vestido?-le dije socarronamente.

Se sonroj�, bueno, su estado natural era estar sonrojada as� que estar�a mejor 
decir que se sonroj� a�n m�s. Adem�s con aquellos movimientos la fricci�n de las 
bolas en su interior se hab�a incrementado sobremanera, su rostro era un 
poema...

Mis sirvientas abrieron uno de los suntuosos armarios de donde extrajeron una 
camisa de la m�s delicada seda. Se acercaron a m� y se volvieron a arrodillar 
para ofrecerme aquella prenda. Asent� con la cabeza aprobando su elecci�n. Yo ya 
hab�a escogido los pantalones, sobrios, no quer�a que Princesa me viese 
completamente desnudo por el momento. Le hice un gesto a putita que se 
incorpor�; le rode� la cabeza con mis manos y le retir� la mordaza. Empez� a 
besarme el desnudo y velludo pecho y le hice un nuevo gesto para que se 
detuviese; la cog� de la cabeza y acerqu� sus labios, que todav�a manten�an el 
femenino sabor de Princesa a los m�os. Estoy convencido de que putita se corri� 
en el acto; Alia nos miraba intentando disimular tanto como le fue posible los 
celos que sent�a por su compa�era. Mientras mi lengua continuaba en contacto con 
la de putita, Alia imit� a su compa�era y me bes� el pecho, innumerables veces. 

Retir� suavemente la cabeza de mi sirvienta de mis labios y le dije a Princesa, 
con su sabor en mi boca:

-Princesa, �qu� haces quieta? Quiero que camines, que des vueltas a la 
habitaci�n mientras nuestras sirvientas preparan a tu Se�or. Supongo que no te 
ir�a mal el ir acostumbr�ndote al obsequio que gentilmente te he hecho. Piensa 
que tienes que comportarte como una aut�ntica dama aunque el placer te carcoma. 
Y t� sabes que te va a carcomer...

Y en el acto mi invitada empez� a moverse, despacio, temorosa, como si estuviese 
participando en una danza india. Por los gestos de su rostro podr�a garantizarse 
que aquella noche iba a ser un calvario para ella.

Mis sirvientas me untaron el pecho con ex�ticos aceites de sensuales fragancias 
antes de colocarme la camisa de seda; Alia se encarg� de abrocharme los botones 
con sus suaves y delicados dientes mientras putita, echada en el suelo, me 
besaba las botas una y otra vez, como intentando recuperar todas las ocasiones 
en las que su aprisionada boca no hab�a podido corresponderme. Alia ten�a una 
especial habilidad para efectuar aquella m�s que delicada operaci�n de forma 
perfecta, no quedaba ni rastro de su dentadura sobre mi camisa cuando concluyo. 

Como premio la bes� apasionadamente, orgulloso de mis sirvientas. Eso s�, sin 
que mi vista abandonase el continuo y casi doloroso peregrinar de Princesa; mi 
Princesa embutida en aquellos ropajes de ensue�o y que sent�a en su intimidad la 
tortura de unas bolas.

-Princesa, ven conmigo-le dije mientras putita me colocaba una chaqueta 
aterciopelada; nada que pudiese desviar la atenci�n de mis invitados de mi 
Princesa.

Ella se movi� con pasos cortos, intentando adaptarse a aquella pesada presencia 
en su vagina. Y la bes�, como hab�a hecho con putita y con Alia. En un primer 
instante se mostr� pasiva pero aquella pasividad dur� nada, crey� encontrar en 
su boca una v�a de escape para todo el doloroso placer que se le iba acumulando 
en la entrepierna.

Dej� que se desahogase, le esperaba una prueba dura, muy dura; qu� bien le 
sentaba la peluca. Cuando cre� que aquello ya se hab�a prolongado durante 
demasiado tiempo, y teniendo en cuenta que ya hab�an llegado los primeros 
invitados, le ofrec� mi brazo que ella tom� de inmediato para ser amonestada:

-Princesa, cuando tu Se�or te ofrezca su brazo, debes hacer una reverencia, 
inclinando graciosamente tu cuerpo.

Ella lo hizo y aquel poco ordinario gesto se tradujo en una mueca, parec�a que 
el placer estaba venciendo a su control, y ella sab�a que aquello no pod�a 
ocurrir, no pod�a contrariar a su Se�or...

Volv� a ofrecerle el brazo, volvi� a hacer su reverencia y lo tom�; empezamos a 
movernos con pasos cortos, mi Princesa as� lo quer�a, un brazo enlazado con el 
m�o y la otra mano sujetando graciosamente su vestido. Nos fuimos desplazando 
poco a poco, recorriendo aquel pasillo que mi Princesa hab�a recorrido unos 
minutos antes con pies descalzos...

-Princesa, vais a causar sensaci�n-le susurr� al o�do acelerando ligeramente el 
paso.

Empezamos a bajar las escaleras con paso solemne, su respiraci�n dificultosa 
aunque yo dir�a que, muy poco a poco empezaba a controlar su excitaci�n.

Cuando nuestros invitados empezaron a vernos descender, quedando pocos escalones 
para unirnos a ellos, empezaron a oirse rumores; pod�a afirmar que la primera 
impresi�n que hab�a causado Princesa era excepcional, ni que a m� me importase 
lo que pudiesen pensar de Princesa; incluso de alg�n lugar del gran sal�n 
empezaron a o�rse algunos aplausos, pronto sofocados al estar absolutamente 
fuera de lugar.

No estoy seguro de que Princesa prestase atenci�n en aquellos momentos a mis 
invitados, de haberlo hecho hubiese quedado absolutamente boquiabierta; se 
encontraban reunidos algunos de los rostros m�s conocidos de la naci�n, gentes 
de la pol�tica, la econom�a, el arte; conocidos que no populares. Ciertamente 
todos ellos pensaban que yo no estaba del todo en mis cabales, que era un 
exc�ntrico; eso s�, un exc�ntrico amante de la belleza, el lujo, la ceremonia, 
de todo aquello que tiene este mundo que merece la pena. En el fondo mi 
situaci�n econ�mica me permit�a que dicha excentricidad me hiciese interesante 
para aquellas personas, bueno, para la mayor�a de ellas era algo m�s que 
interesante, el dinero engrasa muchas maquinarias, pr�cticamente todas, dir�a 
yo.

Tambi�n se encontraban dentro de aquel grupo mis amigos, aquellas escasas 
personas en las que confiaba, que me deseaban lo mejor sin m�s inter�s que el de 
la amistad, sin pedir nunca nada a cambio; ni tan siquiera ellos sab�an 
realmente c�mo hab�a llegado aquella dulce Princesa a mi lado, ellos que hab�an 
sido quienes la hab�an divisado en aquel bar la noche anterior.

Cuando acabamos de bajar la escalera, los �ltimos escalones se hicieron 
inacabables, la orquesta empez� a tocar. La deliciosa melod�a nacida del 
inagotable genio de Mozart nos envolvi� con su delicada armon�a. Mis invitados 
empezaron a bailar y le ofrec� mi brazo, y la mejor de mis sonrisas a mi 
Princesa, a la que anteriormente hab�a soltado; ella hizo la correspondiente 
reverencia que coincidi� con la m�a y empezamos a bailar; aquella m�sica se 
prestaba a flotar, Princesa no parec�a estar del todo habituada a aquel tipo de 
m�sica pero estoy seguro de que hubiese disfrutado de no ser por un peque�o 
detalle. Aquellos r�tmicos movimientos hab�an vuelto a despertar a su hambrienta 
entrepierna; seg�n aceleraba la melod�a y nuestros movimientos incrementaban su 
velocidad, pod�a notar por la presi�n de su mano contra la m�a, que el placer la 
invad�a por oleadas. Le susurr� al o�do:

-No descompongas el rostro, Princesa, mu�strate tan orgullosa como lo tiene que 
ser mi Princesa con mis amigos. Aqu� eres una Princesa, no mi esclava.

Aquello coincidi� con un cambio de ritmo; la melod�a se torn� trepidante y ella 
muy a duras penas era capaz de seguir el movimiento de mis pies. Aquella 
fren�tica danza, que estaba preparada, yo hab�a elegido el programa de la 
orquesta, la dejaron cerca de que su excitaci�n se desbordase. Se aplaudi� a la 
orquesta y el servicio entr� con sus bandejas cargadas de deliciosas viandas. 

Tal vez sea el momento de hablar de mi servicio; trabajan para m�, "full-time", 
quince personas, cinco hombres y diez mujeres. De entre esas diez mujeres, cinco 
me prestan sus servicios sexuales; m�s que servicio son esclavas, el dinero no 
es lo que les mueve sino el placer. Alia y putita son, tal vez, las m�s 
destacadas aunque no tengo la menor queja de ninguna de ellas; hacen lo posible 
y lo imposible por complacer a su Se�or.

Llevando a mi Princesa del hombro empezamos a saludar a conocidos; algunos por 
motivos simplemente de negocios, otros aut�nticos amigos. Todos le besaban la 
mano a mi Princesa que se mov�a como buenamente pod�a; los observadores externos 
dir�an que estaba nerviosa, yo sab�a que en un momento u otro no podr�a resistir 
m�s y se dejar�a llevar por el placer del orgasmo; su numantina resistencia 
hac�a que me gustase a�n m�s.

Ella no le dirigi� apenas palabra a los dos primeros de mis invitados con los 
que nos cruzamos, le advert�, al o�do:

-Ese no es el comportamiento de una buena anfitriona, Princesa; tienes que 
mantener la conversaci�n, demostrarles que no eres solo un cuerpo bonito, quiero 
estar orgulloso de mi Princesa; no me decepciones.

Nos desplazamos con paso vivo a la otra punta del sal�n, su cuerpo parec�a 
estremecerse bajo el insoportable placer que la ten�a completamente subyugada.

-Princesa, controlate.

Yo era consciente de que le estaba pidiendo un imposible, su cuerpo hab�a 
vencido por completo a su mente. Y yo sab�a que hab�a cumplido con mi objetivo, 
lo que yo quer�a demostrarle, otra vez, era su debilidad, que estaba a mi 
merced; tal vez fuera el momento de concederle una ligera tregua. Le hice un 
gesto a los miembros de la orquesta; iban a terminar con aquella m�sica floral 
de fondo, Haendel y cambiar rotundamente de genero, un tango cl�sico; cuando 
sonaron los primeros acordes me acerqu� su cuerpo y le susurr� al o�do:

-Hunde tu cabeza en mi pecho y aprovecha la ocasi�n, Princesa, no tendr�s otra 
en toda la noche-y le gui�� un ojo, quer�a que, en mitad de la neblina del 
placer, supiese a ciencia cierta de qu� le estaba hablando.

Se me peg� como una lapa y empez� a moverse como pose�da por un diab�lico 
esp�ritu maligno juguet�n:

-Princesa, nuestros invitados no tienen que enterarse de tu placer, tienen que 
ver como mi Princesa baila con su Se�or.

Intent� adaptar sus movimientos a la r�gida disciplina del tango argentino, 
apret�ndose fuerte, a�n m�s fuerte contra m�, acariciando su hambrienta 
entrepierna contra mi pierna hasta que, sin parar de bailar, con las pulsaciones 
por las nubes y los ojos cerrados, un orgasmo la recorri� como si se tratase de 
una corriente el�ctrica de much�simos voltios. Gimi� ligeramente; aquel gemido 
qued� ahogado por mi fuerte pecho; aquel orgasmo en lugar de aplacar sus �nimos 
la enardeci� aun m�s e intent� exprimir al m�ximo su oportunidad; todav�a 
quedaba tango y ella parec�a necesitar m�s bien poco para satisfacer m�nimamente 
sus apetitos. Y se qued� muy cerca de conseguir su objetivo; cuando el viol�n 
emiti� su ahogado �ltimo grito ella casi estaba, practicamente llor� al ver como 
su oportunidad volaba.

Yo, que no quer�a ser particularmente cruel con ella, la tom� del brazo y la 
conduje lentamente (incluso aquel desplazamiento debi� de parecerle un calvario, 
su cara manten�a la dignidad pero el resto de su cuerpo la delataba) hasta la 
interminable mesa. Nos sentamos a descansar y le susurr� que se calmase. No hubo 
tiempo; un banquero y su mujer se sentaron a nuestro lado y empezaron a darnos 
conversaci�n; parec�an bastante m�s interesados en mi Princesa que en m� as� que 
la atosigaron a preguntas; la voz de Princesa tambi�n la delataba, de tanto en 
tanto una oleada del placer que se iba durmiendo la asaltaba y el dulce tono de 
la voz cambiaba perceptiblemente. A modo de castigo le ped� permiso al banquero 
para que pudiese compartir el siguiente baile con su mujer a lo que el contest� 
que estar�a encantado si yo le conced�a por un baile a mi Princesa. Hay gente 
que es muy previsible; de no querer que mi Princesa se sintiese molesta jam�s se 
lo hubiese solicitado.

Empez� a sonar un vals, Strauss en su m�ximo esplendor. Yo bailaba, dej�ndome 
llevar por la costumbre y sin prestar m�s atenci�n a mi pareja que la 
estrictamente necesaria para mantener las maneras; estaba demasiado pendiente 
del baile de Princesa, de la nueva resurrecci�n de su siempre dispuesto sexo y 
de sus tit�nicos esfuerzos por controlarse. Su respiraci�n era entrecortada, y 
cuando sus ojos, indefensos, como de animalillo acorralado, se encontraron con 
los m�os, severos, implacables, enrojeci� a�n m�s.

El vals termin�, salud� con una dolorosa y no del todo elegante reverencia, y 
volvi� a la mesa donde yo la esperaba. Le bes� en el cuello y aprovech� para 
felicitarla por su control al o�do

mamolajg@hotmail.com


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